Comentario
La base productiva de la sociedad Tokugawa la constituía la agricultura, en la que se perciben todos los síntomas de un notable desarrollo desde los siglos XIV y XV. El cultivo mayoritario de la economía nipona era el arroz, que se llevaba a cabo en pequeñas parcelas, donde la abundancia de agua permitía la explotación intensiva. El alto rendimiento del arroz de regadío mantuvo una gran densidad de población, lo que explica el crecimiento demográfico entre los siglos XIV y XVIII. El arroz no sólo cubría la mayor parte de la alimentación campesina, sino que de él se fabricaba un aguardiente de alta graduación, el sake, además de cuerdas, sacos y el apreciado papel japonés. En el Quinientos el arroz se utilizaba incluso como moneda, tanto para los intercambios como para el pago de impuestos al shogún y a los señores feudales. Ya entonces, en el arrozal de regadío las técnicas de cultivo estaban muy depuradas, con utilización de maquinaria como bombas a pedales o ruedas hidráulicas y selección de granos. Trigo, centeno, alforfón y sorgo se cultivaban igualmente, además de diversos tipos de legumbres. Como en el resto de las economías asiáticas, hay pocas grasas animales. Sésamo y soja proporcionaban el aceite de mesa, la miel es el edulcorante más utilizado y el té es de consumo masivo.
En 1585, bajo la administración de Hideyoshi se llevó a efecto una revisión catastral (kenchi). La mayor parte del suelo estaba repartido en pequeñas explotaciones de alrededor de una hectárea, los "hyakushókabu", de carácter hereditario y cuya propiedad podía ser compartida por varias familias, que entregaban al señor feudal la mayor parte del producto de su trabajo, conservando lo indispensable para su subsistencia. La aldea se hacía responsable de su propia administración, bajo el gobierno reservado de forma hereditaria a los jefes de las principales familias, aunque todos los propietarios campesinos, los "honbyakushó", tenían derecho a participar en la junta de la aldea. Sólo permanecían al margen de ésta los trabajadores por cuenta ajena y los artesanos. La aldea era la responsable de cumplir con el tributo anual y otras obligaciones feudales, lo que fortaleció los sentimientos colectivos y la solidaridad entre los campesinos y favoreció la organización de su lucha en caso de levantamientos.
Dada su importancia, la agricultura es el sector al que más atención se prestó por parte de la política económica de los Tokugawa y de la iniciativa privada, responsable de publicaciones agronómicas, como la enciclopedia de Yasusada Miyazaki (1623-1697). La política era mantener sumisos a los campesinos y hacerles pagar la mayor cantidad de impuestos posible, para lo que había que evitar que cayesen en la miseria. Es decir, había que asegurarles la subsistencia pero impedirles el enriquecimiento, que provocaría la temida movilidad social, según la frase de Tokugawa Ieyasu: "a los campesinos, no dejarlos vivir ni morir". A ese espíritu responde el decreto de 1643, por el que se prohibía la compra y venta de tierra a perpetuidad, para evitar la concentración en pocas manos y el aumento del campesinado sin tierras. Con el mismo fin se impedía la partición de la tierra entre varios herederos, que derivaría en la aparición de mínimas parcelas que no permitirían la supervivencia de sus propietarios. De forma paralela, para prevenir la producción destinada al comercio y el surgimiento en las aldeas de la economía de intercambio, existían diversas limitaciones sobre ciertos cultivos, como el tabaco, y sobre la industria aldeana. Las pocas salidas que se les dejaban estaba aderezadas, según el "decreto sobre la reglamentación de la vida de los campesinos" de 1649, por los consejos sobre cómo ser ingeniosos para organizar el trabajo y alcanzar mayores rendimientos y ser frugales para estar preparados en las épocas de escasez.
El aumento de la producción, junto a la fijación de la renta feudal sobre la producción media, el sistema de "jômen", originó el excedente del trabajo campesino, que pudo reinvertirse en mejora de la labranza. La modernización de los aperos y el uso de animales de tiro y de abonos variados, como los desechos de la pesca y de la basura, estaban en la base de esta mejora, que no lo fue exclusivamente en el arroz, sino en la aclimatación y cultivo de plantas que provenían de otros continentes. Patatas, boniatos, zanahorias, nabos, maíz, cacahuetes y judías diversificaban la producción y permitían un cultivo intensificado para mantener a una población creciente. La venta de los excedentes agrícolas, además de algunos subproductos como la leña o la paja, facilitaba a los campesinos la adquisición de herramientas y artículos necesarios para la vida cotidiana, y, sobre todo, puso las bases para la formación del mercado local. De este modo, se introdujeron cultivos que, como el tabaco, la caña de azúcar y el té, estaban dedicados claramente a la comercialización, mientras las plantas textiles (cáñamo, índigo y moreras) aumentaban los rendimientos y las exportaciones de la industria textil. Pese a los intentos de homogeneización de la población aldeana, ésta se fue diversificando. Las inversiones en el incremento de la productividad originaron la aparición de los prestamistas, muchos campesinos terminaron en arrendatarios de sus propias tierras, otros las perdieron y algunos de los que consiguieron enriquecerse derivaron en manufactureros.
El desarrollo de la agricultura japonesa en el siglo XVII estaba, pues, estrechamente relacionado con la transformación de la sociedad campesina y los cambios de la industria y el comercio.